viernes, 6 de agosto de 2010

Santo oriental

La manera de evitar un muerto al Cielo es acercarlo a él

José Martí



Lo empujó duro –es un caco ahí plantado- el guardia del hotel hacia la derecha. Jaló su camisa de red y así empapó en la cerveza con agua que aguantaba en vaso de plástico.

Justo después del carnaval, en el intento de ingestión del pecho de un pollo casi sin carne frito en harina y llena la garganta de aguardiente, fue que se ahogó. Subía por el cielo rompiendo nubes primero y luego pisos de cristal aperlados hasta que le detuvo un hombre dorado, calvo, con llaves de rara hechura, como cornetas chinas. “Será San Pedro”. Pensó.

–Tú que vivías en la punta de la cola del mundo, has llegado al paraíso.- Dijo el burócrata de oro.

Le empujó suave con la mano, blandiendo las llaves, a su derecha. Giró sin ver el recién llegado y dio de frente con una obscuridad plana y sin perturbaciones. Quiso detenerse pero ya estaba dentro.

-Soy el guardián de este pozo en el cielo.- Repetía el viejo centinela por los siglos de los siglos por la televisión.

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