miércoles, 4 de agosto de 2010

Teoría crítica


Sólo puede haber un Cielo,
aquél que todo está ocupado
debemos compartirlo con ancianas
a quienes el tiempo ha roído sus dientes

el joven Karl Marx




En el tercer recinto del séptimo círculo del infierno unas figuras dialogan corriendo sobre la arena, dibujando palabras y conceptos de acuerdo a su propio sistema, uno inventado hace casi medio siglo, que han refinado mucho. Una nieve luminosa llena aquellos signos y símbolos como mantrams grabados sobre un templo de oro, como anuncio videoporno japonés. Las señales se cenizan unos minutos después contra la pasta húmeda que es el suelo. El resto de los condenados corre sin dirección aparente, en un azar violento saltando sobre las piedras inevitables, sus cursos caóticos son necios y pasan por donde deben pasar; otros sólo están sentados desnudos lamentándose con mucho dolor. Así que este par destaca, los observan desde arriba, generaciones de bodhidharmas nuevos. Estamos justo en medio de los observadores y aquellos condenados, siete dimensiones nos separan. Es decir, siete veces menos leyes rigen a los de arriba, siete veces más rigen a los que están abajo; pero esto no importa. Pierde sentido el decirlo ¿no? Estas cosas las sé por los discípulos tristes de un buda que vive en Geburah.

Mucho tiempo después de que Virgilio pasase guiando por ahí, para ser exacto, en mil novecientos cuarenta, se toparon estos dos personajes, el más novamente muerto en septiembre de mil novecientos treinta y nueve, corriendo como despavorido y con los ojos quemados por los polvos volcánicos, arremetió con toda su voluntad y se desvió hacia un peñasco donde sangró sus espinillas, sus rodillas y sus dedos para llegar a una cuenca llena de la misma arena que pisara por meses con fuerza de carrera. La segunda sorpresa, la mayor -ya que hubo visto al minotauro- fue ver a Karl Marx en el mismo castigo y lugar que él. Lo vió corriendo, trazando con las piernas fórmulas irreconocibles en una letra primero ilegible, luego puntual y enérgica, con una rigidez tremenda. Marx no sabría quien era él, las presentaciones, considerando la velocidad y todas las reglas de aquella dimensión infernal serían interminables, pero el aprendizaje del código de Marx y su discusión contra el piso estaba permitido. Pocas personas así de creativas se encontraban y coincidían en aquél círculo; mucho menos se reconocían.

Karl Marx, acusado de sembrar en la humanidad una disyuntiva aplicada a lo material, corrompiendo a Hegel y la negación de toda jerarquía, estaba en el lugar de los violentos contra la divinidad. El otro personaje había escapado del segundo recinto del séptimo círculo, cayendo incluso más abajo, advertido ya vagamente por el Toro de Minos; “¡Sigismund Schlomo, el camino es sólo hacia abajo cuando se huye, para subir se debe ajustar el camino!” El camino del que hablaba el hombre-toro era el cual del que habla la Tabula Smaradigna en su segunda sentencia.

Para el año de mil novecientos cuarenta y cuatro, cortando con humo y fuego el cielo, un bólido estrelló muy cerca de Marx y Sigismund. Todos los que corrían, incluyendo ellos dos cayeron al suelo y de inmediato comenzaron a sollozar algunos tapando sus caras, otros intentaban estirar sus piernas entre estertores, sabiendo que no podrían pararse en muchos años. El furioso trozo impactado era un hombre con luces por alas, quien tomó a Marx y su acompañante y subió de vuelta a un sefirote donde serían juzgados.

Aquella sesión se habló en el lenguaje que el patriarca Enoch conociera de los ángeles, las potencias y que no sé hablar todavía. Pero he aqui las consecuencias. Para corregir sus errores y los errores de los que educaron aparecerían de nuevo en la tierra. Y los soñaron, dieron visiones que los apocalípticos Adorno, Horkheimer, Walter Benjamin, Marcuse, al calor de las revolventes imágenes pusieron en sus libros y en nuestras academias nuevas teorías. De formas más divertidas interpretó las visiones el Mago de Liubliana pero casi nadie entendió sus obras.



Ilustración por LASO ©2010 http://artworkproject.com/profile/laso

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