jueves, 5 de agosto de 2010

Santa Ana





Me contó hace tiempo una Gata de Mar una historia acerca de los niños de Santa Ana. Empezó así:
-Cuentan los que no pescan, los que se quedan en la orilla, que en el Mar de Santa Ana vive un Zorrillo que huele el futuro. El Zorrillo es heredero de una larga línea de adivinos que se distingue hasta Zenón de Elea, el verdadero, no aquél monigote que Platón describiera.
Andando por el pueblo, el Zorrillo escuchó que esa noche habría una lluvia de estrellas. Pensó que en la playa, detrás de los pinos, vería mejor el espectáculo. Al llegar a la playa vio que había varios niños jugando en la sombra, lanzandose arena húmeda y moviendo las piedras redondas. Cantaban una canción llena de soluciones:
“La tortuga y Aquiles es uno solo.
La mano de Zenón,
la piedra y el árbol son falsos todos.
La flecha exige atención.”
Así hasta el amanecer. “¡Dios mío! Son mejores que yo, han resuelto las paradojas de Zenón de forma más real que yo mismo” se decía. El Zorrillo abstraido por el juego y la musica de los niños nunca vio la caída de las luces prometidas. “Son los hijos de las Eumenides que viven en el pueblo, quizá de ellas oíste que habría lluvia de estrellas”. Le dije.
-¿Cómo conociste al Zorrillo? Interrumpí a la Gata de Mar.
-Yo le ayudo a recoger sus juguetes. Pero lo importante no es eso, ni soy yo, que lo quiero, porque él quiere a la cuchara mágica; le cuenta historias a la cuchara mágica. El Zorrillo había hecho muchas historias para la cuchara, que le contó primero en una torre y las historias hablaban de una torre. Luego le contó cosas sobre un desierto y se las contaba en el desierto. Luego en la playa, donde estaban los niños que te mencioné se encontró. Esa noche no pudo volver pronto al pueblo porque le puse una espina en el pié. Tampoco al día siguiente porque le puse tortugas enormes y pequeñísimas frente a él; no quería pisarlas. Tampoco al día siguiente porque llovía demasiado. El Zorrillo, con un presagio que logró por números y figuras de colores supo que ya que era el tercer día y que nada le impediría salir de donde estaba encerrado. Cuando pudo volver se dio cuenta de que no había sido de día desde que vio a los niños. Su madre -¡que también es una de las Euménides!- le dio un pedazo de metal con muchas marcas en su cumpleaños y fue cuando la luna dejó de estar sentada como en un eclipse. Los pollos y los patos tienen también en sus nidos este metal y las plantas a veces un listón rojo; otras un cráneo de vaca.
El Zorrillo insistió en que se limpiara ese lugar al que había ido y llevó un libro, una máscara, una caja y puso piedras negras y cal en el suelo. Ahí de los cuatro vientos llamó para que le dijesen cosas y limpió. Quitó a todos los que estaban fingiendo ser niños de Santa Ana, les llamó a todos primero:
El sucio. El sobras. Lagrimita y el pescadín. El cacas. El arrimador. Los Adversarios. Los Absurdos. Los inerciales. Lucifugo.
“¡Salgan todos! ¡Salgan! en el nombre de Yáo. Los envío a la noche.” Decía. Los desvaneció con una estrella que traía en la mano derecha y que creció, creció de puntas y tuvo más puntas cada vez hasta llegar a siete donde la borró. Se llevó la cabeza del demonio que se hacía pasar por muchos niños y que sería llamado Legión. Tenía hormigas, arena, hojas y cucarachas. Guardó entonces sus instrumentos.
El Zorrillo se tira al sol en el mismo lugar y lleva a la cuchara mágica donde brilla. Ahí canta la canción de los niños verdaderos, que tiene que ver con bomberos y autos muy rápidos.-Luego calló mi cuentista.
***
Dice la Gata de Mar; “hasta ahora, la cuchara mágica no ha hecho nada mágico”. Yo conocí al Zorrillo y no lo cree así. En la cuchara ve el brillo, en el brillo la belleza, en la belleza la luz, en la luz la verdad, la verdad es ley y no hay más ley que el amor. Me advirtió además que no es un juego ésto, ni una canción y que quizá con el tiempo lo entenderé, que tenga fé, dice San Zorrillo.


*Imagen de "El Desarrollo de la Luz" de Rodney Collin. Por Ricardo Guyatt.

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