lunes, 9 de julio de 2012

Canned Truth

La verdad es un producto invendible e incómodo, y no porque nadie lo compre, sino porque la publicidad hacia esta es casi nula y hay una oferta que confunde. ¿Cómo voy a comprar verdad habiendo tantas etiquetas y tan poco reconocimiento del llamado "valor conceptual agregado"1 de todas ellas? Hemos llegado a un punto donde no logramos simplificar la verdad, sino que hemos dejado de consumirla. No la consumo porque todas esas opciones me confunden. Tengo una teoría acerca de la caída del gran país rojo; a la gente le gustó la verdad importada. Les gustó porque les hacía sentir cosquillas en la boca; y los chinos le nombraron a esta verdad importada con la conjunción de los kanji boca y felicidad. Vieron opciones que anhelaron y dejaron de hacer cola para recibir su verdad producida por el Estado; ellos querían otra verdad. Ergo, complicáronse la existencia. Antes era más fácil, solo ibas con el tendero, con una pala te vendía verdad a granel. Tomabas la que necesitabas de esos barriles grandes que tenía al frente del mostrador y la ponías en el morral. Me acuerdo que mi papá me contó acerca de cuando lo mandaban a comprar verdad; le daban siete centavos. Él compraba seis y se guardaba uno para sus dulces. Y es que, en realidad a él no le interesaba la verdad. Él solo quería dulces. Quizá nosotros también. 1. Que primero fue nombrado por Marx como “el fetichismo de la mercancía”.

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