sábado, 18 de septiembre de 2010

Walter Benjamin

Interrumpido en su canto, un ángel fue proyectado al mundo (a Malkuth) cuando se disponía a recitar dentro una rosa girante de mil y más pétalos, como todos los ángeles nuevos, que nacen sólo para empinar un himno hacia Dios. Aterrizó bólido, entre excusas científicas en Francfort, se partió su aura y su mensaje en notas, en sueños, dolores, de muelas, de pasión, infantiles, recordados, en cartas, en comidas, en aves, en mascotas, en propaganda, en caricatura. Las revelaciones del meteorito celestial, sus luces así esparcidas, no buscadas, sino encajadas como cristal roto y delgado las lucieron de sus manos a la tinta, a la boca, a los salones de clase, a los seminarios. Adorno, Horkheimer… Benjamin era el único que sabía. Él sabía, y supo su nombre después, en la malaria, el nombre del ángel y sus propios nombres, los ocultos, los judíos. Veía flujos brillantes manados de los ojos del mensajero, si tenía esos ojos vueltos hacia sus adentros fue porque estaba en él claro el futuro, era portador del espíritu profético. Freud y sus teorías, Marx y sus teorías; siempre fueron excusas, que ajustaban la revelación diurna a Francfort. El ángel nuevo, despojado de marcas, firma, espada o balanza le trajo la miseria de los científicos destinados al submundo, la de Marx y Freud, y lo empujaba a su pecho en un abrazo, a la asfixia dando nudos a su garganta, la cara tapada en agua con diluvios cada día, cada mes, cada que ama, cada que no ama, cada que el ángel en su queja le recuerda “he sido interrumpido”. Éste es el flujo –lo visible del flujo- que el ángel, cántaro contra cántaro hirviendo, dirigía. Aquí el ángel nuevo guiaba en bronce el río por el que el aliento animaría ese muñeco de barro, la dialéctica materialista, pintado con tiras y colores que los psicoanalistas conocen. ¡Oh, Rabí! –dijo el ángel- Han animado un enorme gólem-.

***

A éste doctor –que en mi olvido lo vuelvo anónimo- se le atacó mucho durante ciertas conferencias donde no defendía que Walter Benjamin fuese el caso más acabado de la dialéctica hegeliana. No es el caso –decía- que esta triada, la de la tesis, antítesis y síntesis sea el proceso que Benjamín lleva implícito. Es más bien una espiral donde todo punto a través de la homogeneización llega a su centro.

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